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"La salsa está destinada a morir". No queda claro si lo dice por llamar la atención, porque cree que aquel género solo puede producirse en ciudades costeras o porque simplemente así es la realidad, pero el hecho es que ese ha sido el pregón que más se le ha escuchado a Richie Ray en vísperas de su gira por Colombia. En boca de cualquier otro, la premonición no merecería resonancia, pero pronunciada por uno de los padres de la salsa obliga a bajar el volumen y detener el paso. ¿Cómo así?

"Hoy en día la gente siempre está mirando para atrás -continúa la letanía de quien fortaleció el sonido de la Fania-. No hay una ventana para grupos del futuro". Y como para dar un consuelo al anfitrión, el músico puntualiza: "Colombia definitivamente es la nueva capital de la salsa; en Puerto Rico ahora solo se oye reguetón".

Cuando Richie dice "Colombia", bien puede especificarse Bogotá y Medellín, las dos ciudades donde La Fania tocará en el país (12 y 14 de marzo), pues Cali, otrora bastión de este ritmo, hoy suena más a vallenato y reguetón. Es un hecho que la salsa en 'la Sultana' dio un giro hacia el baile de competencia que hoy arroja múltiples campeones mundiales.

En efecto, aunque a muchos les suene impostado, la salsa colombiana que hoy más se exporta tiene su cuna en el altiplano cundiboyacense. Con cierto orgullo regionalista, algunos dicen que Bogotá desbancó a ciudades como Nueva York, San Juan de Puerto Rico y Cali como capitales de la salsa. Pero con cierto dejo de nostalgia, los puristas perciben que justamente el hecho de que 'la Nevera' se haya convertido en un reducto de la salsa es un indicio de que el género está en crisis o incluso en vías de extinción.

Más de uno alegará que el diagnóstico de Richie es el de un viejito al borde del retiro o de una estrella que no tolera el surgimiento de otras. Y puede que tengan algo de razón, pero eso no le resta autoridad al artista de la Fania para asegurar que, al menos en la salsa, todo tiempo pasado fue mejor: difícilmente hoy se oye que un concierto de este género tenga que ser interrumpido en la primera canción debido a la euforia del público -como ocurrió en uno de la banda neoyorquina en el Yankee Stadium en 1973- o que un disco de salsa venda 25 millones de copias, como lo ha hecho Siembra en las últimas tres décadas.

El nombre de la fusión

Desde sus orígenes, la salsa ha estado abierta a evoluciones y fusiones. Su nombre de hecho surgió como una manera de abarcar varios géneros afrocubanos que se confundían por su similitud. A finales de los sesenta y durante los setenta, se expandió desde Nueva York a países como Colombia, Puerto Rico y Ecuador. En ese entonces era interpretada por grandes orquestas en las que todos los integrantes eran igual de importantes y aportaban ingenio y talento al producto final.

En los ochenta y noventa, la salsa de orquesta, esa que hizo grande a La Fania, fue perdiendo público frente a la 'monga' o la 'salsa de motel', que optaba por melodías lentas y letras sobre el amor, los sueños y los placeres. Eddie Santiago, Frankie Ruiz en sus inicios y luego Jerry Rivera y Gilberto Santa Rosa fueron las cabezas visibles de la salsa 'romanticona' de esas décadas.

Los devotos del género denuncian que esa música provocó la gran decadencia de la salsa, pues dio protagonismo al cantante a expensas de reducir la orquesta a su mínima expresión. Jorge Villate, propietario de Casa Buenavista Bar -un establecimiento que ha fomentado la explosión salsera en Bogotá- siente que aquello fue un sacrilegio. La idea que se creó de la salsa fue la de unos cantantes de letras dulzonas y lacrimosas. "Se le ha hecho mucho daño a la salsa con la figura de los cantantes, con las figuras de mostrar, ya que la salsa se hace es con una orquesta de 10 o 12 personas", asegura el expert
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